18 diciembre 2009

La Negra... (Foto gentileza FM Reflejos)


Conocer más de lo que se cree. A veces las cosas son así, aunque la persona conscientemente no lo sepa. Uno se pone a recordar y de pronto comprende que lo que parece poco es demasiado.

Y así vuelven los juegos de la niñez. Años y años. Y años. La primaria. La pileta en el verano. El secundario en el Fortín Pavón de Saldungaray. Mil y un viajes en el colectivo de Robin Valles. Ser el gran amigo de un hermano. El empleado transitorio de una mamá.

Ayer, 17 de diciembre, un mensaje de texto interrumpió el tiempo a mi alrededor. De pronto, la redacción del diario para el que trabajo se hizo un silencio inmenso que no fue de nadie. Sólo mío.

Mi mamá, ya no desde Sierra de la Ventana sino desde Carhué, me avisaba como podía que Karina Tartuferri había muerto. Treinta y tres años. Embarazada y con una niña de apenas 4 años. ¿Qué decir?

El resto del día fue tristeza y recuerdo. Fue pensar cuánto conocía de Karina, y suponer que realmente era bastante poco. Me esforcé por comprobar si eso era así realmente.

Y la tarde me sorprendió caminando bajo el calor de Buenos Aires por calles en las que rememoré los momentos compartidos con la hermana de Ricardo, mi querido “Tartu”, a lo largo de los años.

Volvieron los recreos en la escuela Nº 6, y Karina jugando al matasapos con María Amalia Fernández, Yanina Piergentili, Marcelo Contreras, Lelo Beli y Diego Llanos, entre otros.

El verano y las piletas. Nadaba bien. Karina y su perro “Ojos azules”, aunque la mascota tenía una mirada entre marrón y amarillenta. ¿Por qué se llama “Ojos azules” si no tiene los ojos azules?, le pregunté una vez. Porque le pusimos así.

Fin.

Pelo corto y mirada de rayo. Karina mostraba el carácter más bravo cuando era chica. Un día alguien le dijo “negra”. Y a partir de ahí fue “La Negra”. Siempre en bicicleta y a las risas.

Luego, en el secundario, fue verla con su guardapolvos subiéndose a ese colectivo de Robin que un día se prendió fuego. Pasar a buscar al “Tartu” y encontrarla en su casa, aunque siempre entrando y saliendo.

No siempre fui escritor y periodista. Una vez fui vendedor y repartidor de facturas y pasteles. Las mejores facturas y pasteles de Sierra de la Ventana. Las que hacía Delia, la mamá de Karina, que durante meses me tuvo como cadete motorizado los fines de semana.

Delia, la amiga de mamá. Delia, y la lucha al lado del horno en pleno verano. Delia y los Le Mans suaves largos. Delia, los mates y sus consejos. Entrar y salir con la moto, pasar el pedido, poner los paquetes en el canasto y acelerar a través de calles vestidas de piedras y pozos.

Y ahí también estaba Karina. Al igual que detrás del mostrador de la panadería Switzerland, como me la encontré un día. Años más tarde, cuando ya me había ido de Sierra, me enteré que había sido mamá.

Fueron una, dos, mil situaciones compartidas en un pueblo que durante nuestra infancia y adolescencia no tenía más de 900 habitantes.

Hoy todo es distinto. El pueblo. La vida. Uno mismo. Ayer murió Karina Tartuferri y con ella, como se lo comentaba a mi novia en plena noche, sentí que también se fue una parte de mi historia. De la de Sierra de la Ventana. Como una estrella que estalla para siempre en el cielo.

Esa sensación, por fortuna, duró sólo un momento. Volví a atravesar los años con el pensamiento. Rememoré cada situación. Conozco a Karina más de lo que pensaba. Claro que sí. La hermana del “Tartu”, un amigo como pocos. La hija de Delia y Miguel. Esa estrella que estalla, pero no se apaga.

Que se hace una sola luz. Para perdurar por siempre.


14 diciembre 2009

También en Sierra ¡Banfield campeón! (Imágenes y texto enviados por Arnaldo Botto)


Minutos después de finalizado el partido frente a Boca Juniors en la "Bombonera" y conocido ya el resultado final en Rosario, que coronaba Campeón del Apertura 2009 a Banfield, los hinchas del “Taladro” salieron a festejar por las calles de Sierra de la Ventana.

Algunos acompañaron aunque nunca fueron hinchas del club, pero el festejo acopló a muchos que salieron a las calles a saludar y reconocer a los pocos y sufridos que siguieron al “Taladro” durante toda su vida sin haber podido darse el gusto y satisfacción de verlo campeón.

En las fotografías: Roberto Contreras, Elda Freije, Facundo Botto, Mateo Botto, Arnaldo Botto, Diego Mutti, "Bebe" Gonzalez, Paulino Esmoli, Ayelen Mutti y Rosa Ana Di Bella.


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