30 junio 2008

“Ceto” inolvidable: Atlético Ventana cumplió 80 años... (Datos tomados del portal Noticias Tornquist)


Cómo no hablar del club del pueblo... Si se trata de la primera institución deportiva, la más emblemática, de todas las que intentó tener la localidad. Un sueño que asomó el 10 de junio de 1928 a la sombra de tonalidades como el rojo, blanco y azul.

¿Francia a orillas del Sauce Grande? Nada más lejano. Nada más pintoresco.

Como bien lo testimonia la reseña publicada en el portal Noticias Tornquist, un joven Atlético Ventana compitió durante sus primeros años de pelotazos en los palos y victorias a pocos segundos del pitazo final en la liga de fútbol de Coronel Pringles. Y, como debe ser, tuvo su gran archirrival: el club Porteño de Saldungaray.

Pasó el tiempo, la gesta deportiva y el ocaso –menos cercano a lo futbolístico, más próximo a lo turbio que suele suceder fuera del terreno de juego– que tuvo su gol en contra, sobre la hora y en offside, con el remate de la cancha que el club utilizaba en Villa La Arcadia.

La venta ocurrió una fría mañana de julio. Hubo lugar para un comprador, martillos de remate en descenso inapelable, y lágrimas: las de Humberto Cetolini (el movedizo “Ceto”), Florindo Reyes, Ángel Cardoso, y varios de los ex jugadores del club. Se loteó el terreno, que hoy ya exhibe un grupo de cabañas que nada entiende de redes infladas y pasiones con sabor a penal bien cobrado.

“Pero no pasó mucho tiempo y allí andaba otra vez el inquieto e incansable “Ceto” moviendo cielo y tierra para volver a tener un lugar, una cancha de fútbol, porque el club no podía ni debía morir jamás”, señala el artículo de Noticias Tornquist.

La gestión de Cetolini –fiel compinche de mi madre en los tiempos bravos del alfonsinismo– no fue en vano: ubicó un predio de 3.000 metros cuadrados en Valle Hermoso y luego se hizo con el comodato de una hectárea y media situada en cercanías de la colonia Agustín de Arrieta.

Atlético Ventana volvió a tener cancha en 2007, pero el esfuerzo por devolver al espíritu serrano uno de sus emblemas se cobró la vida del luchador más aguerrido: Humberto Cetolini fallecía a los 77 años, pocos meses antes de que la pelota volviera a rodar por el flamante terreno de juego.

Pero el dolor por la pérdida de Cetolini en lugar de menguar las fuerzas de quienes pugnaban por recuperar el lugar de Atlético Ventana surtió un efecto contrario: en cuestión de meses florecieron el campo de juego, el mástil, la asamblea que volvería a darle socios a una institución casi invisible hasta ese momento. También se eligió presidente: César Nuccelli.

“Estos 80 años nos encuentran en un período de franca expansión, muy contentos con la gente. Además de la escuelita de fútbol empiezan con una escuela de hockey que ya cuenta con mas de 40 alumnas, lo que nos motivo a trasladar las practicas del predio de Valle Hermoso a la cancha que está en el centro”, comentó el titular de la entidad a la fuente mencionada.

Igualmente, la resurrección de Atlético Ventana no se limita sólo a un terreno de juego y la expansión en cuanto a cantidad socios. Muy por el contrario, quienes conducen los destinos del club impulsan la construcción de la sede social de la institución, que ocupará un edificio de dos plantas emplazado sobre una superficie de 300 metros cuadrados.

¿Para cuándo estarán funcionando las instalaciones? Noviembre de este año, alegan los más optimistas. Con relación a la actividad del club, Nuccelli concluyó: “La convocatoria de socios va muy bien, ya tenemos más de 100 y eso va ayudando a las actividades que se dan, compramos palos de hockey y otras cosas que se consiguen también con donaciones”.

21 junio 2008

Villa La Arcadia... (Imágenes tomadas por Susana)

Hermana melliza de Sierra. Hija de Coronel Suárez. Villa La Arcadia es un bosque de pinos y aromos amparado en el silencio de calles eternas.

La tranquilidad de la villa -refugio de calandrias, horneros y pájaros carpinteros- adopta el color de estas imágenes, que son obra de la amiga Susana.



07 junio 2008

Los picnics de la Isla Castex (Por Javier Girou, de Sierra de la Ventana)

La numerosa familia Saldungaray con sus descendientes directos y otros pobladores de del pueblo realizaban salidas en vehículos a las zonas serranas de piletones, ubicadas en el campo Sierra Grandes, hoy en día.

Ya por entonces, en 1921, se había creado el club Porteño, futura entidad que años más tarde organizaría por mas de 30 años los famosos picnics. El pueblo estaba en pleno auge atraído por el ferrocarril Sur que ofrecía oportunidades laborales y tierras vírgenes.

En el año 1927 asume como presidente del club Porteño Vicente Constantino (nieto de Pedro Saldungaray), y tiene la idea de realizar los picnic que sus descendientes familiares realizaban a menudo encabezados por la institución que representaba.

Ahí surge la idea de realizarlos en Castex, una isla ubicada a 5 kilómetros de Saldungaray y a 3 kilómetros de Sierra de la Ventana, rodeada por el río Sauce Grande y el arroyo San Teófilo. Esta pequeña isla, de unas 5 hectáreas, era propiedad de Diego Meyer, la cual era cuidada por la familia Girou, que habían arribado de las colonias francesas de Pigüé.

Estaba todo sumamente organizado; se hacían programas en la cual se alertaba la gente del evento, de horarios y demás y se difundía por las emisoras de radio de Bahía Blanca.

Los preparativos eran de tres días de anticipación organizando el predio, armando el palco con un camión y acoplado para que sonara por ese entonces el grupo musical Los Porteñitos integrados por gente del pueblo.

Había camiones que recorrían las inmensas estancias en busca de corderos que eran donados para el evento, se llego a contar mas de 60 lanares donados.

El hielo era traído en barra desde Coronel Pringles, tambores y bebederos de campo se utilizaban como improvisadas heladeras, para mantener frescas las bebidas (aprovisionadas por el almacén Vitalini, -hoy en día instalaciones de La Nueva Estrella, Saldungaray-), era lo único que se abonaba ya que no se cobraba entrada y tampoco los asados. Se armaba un baño de campaña para damas, con estructuras de maderos y bolsas de arpilleras.

En el día del evento el punto de partida era la sede del club Porteño, camiones organizaban las salidas hacia la isla haciendo el recorrido más de una vez.

Se realizaba a fines del mes de enero o principios de febrero de cada año. Tomó tanta difusión que el denominado tren local que partía todos los domingos de la ciudad de Bahía Blanca hasta Coronel Pringles comenzó a parar en una alcantarilla frente a la isla.

En él arribaban familias de toda la zona (Bahía Blanca, Cerri, Punta Alta, Cabildo y Estomba), también llegaba gente de los pueblos vecinos (Lartigau, Sierra de la Ventana, Tornquist y estancias aledañas) en autos, sulkys y villalongas.

Su entrada era muy particular, una bajada pronunciada y luego el cruce del arroyo, el tren arribaba a las 10 de la mañana, pero la gente lugareña llegaba mas temprano para la elección de los lugares ya que se estipulaba que arribaban alrededor de 5.000 personas.

No había distinción de clases sociales, se olvidaban los rencores de los clásicos futbolísticos, era una jornada para disfrutar, divertirse, bailar y reencontrarse con amistades lejanas.

Muchas parejas se conocieron bailando en los picnic y hoy en día son abuelos y hasta bisabuelos recordando las polkas, pasos dobles y milongas que tocaban los Porteñitos o cualquiera que se animara o supiera tocar.

La polvareda era una cuestión aparte, ya que volaba mucha tierra, y se paraba la orquesta para que el camión regador humedeciera la pista de baile. Recuerda Beto Davis “alguna que otra vez el clima nos jugo una mala pasada”, “una vez cayeron piedras de granizo ¡grandes como un huevo duro!... era increíble nadie se iba…”.

La gente esperaba esta fecha con una gran ansiedad, ya que para algunos era su única salida en el año. Las mujeres estrenaban vestidos, los hombres vestían la gran mayoría de blanco y llevaban en sus bolsos los trajes de baño, ya que en el río Sauce Grande se formaba un remanso muy profundo, utilizando los árboles costeros como trampolines donde realizaban riesgosas pruebas de habilidades.

Una de las tanta anécdotas que quedaron, eran las travesías que hacían los camiones y autos que ingresaban a la isla cuando partían rumbo a sus casas, era espectáculo de chicos y grandes, se sentaban al costado de la barranca observando las patinadas y encajadas de los potentes V8 que solían tener los automóviles antiguos.

Se disfruto como el enlace amistoso de pueblos, todo era muy cordial, sobresalía la amistad que se hacia cada vez mas grande a través del tiempo. Perdió auge a fines de los 60 y principios de los 70. La pérdida de sombra del lugar y una serie de accidentes de trenes pararon la euforia de los picnic que duraron por más de 30 años.

Hay que rescatar que se hacía por amistad, para juntase, como dijo Chely Constantino. “La intención jamás fue con fines de lucro, solo divertirse”.

Sería inalcanzable repetir la bondad, el esfuerzo y la colaboración de esa gente que trabajo, participo y alentó para que se realicen esos días de verano a principios de siglo XX los recordados picnics de la Isla Castex.


Javier Girou.


Agradecimientos:
Chely Constantino
Alberto Davis
Ángel Cardoso
Chichita Torelli

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