26 noviembre 2006

23 noviembre 2006

El barro y la ventana abierta en lo de Santini (Por Patricio Eleisegui)

Año 1989, según mis cálculos (Poco precisos -por cierto- en este momento de escritura: son las 9 de la noche de un miércoles y hace poco más de una hora que salí de la redacción)

Presa de los típicos 11 años en los que uno sólo piensa en huir de la escuela para únicamente jugar (a la guerra, en el arroyo, a los “tutateis” con Lelo Beli y Emiliano Fernández en la Colonia de Vacaciones, a los soldaditos o, ya en verano, a depredar cuanto árbol de guindas o arbusto de frambuesas se muestre cerca) me encontraba jugando al típico espadeo con ramas con uno de mis compañeros de la primaria: Jesús Montero. El pibe en cuestión vivía a poco más de una cuadra de una de mis “enemigas”, por entonces, más acérrimas: Ana Cecilia Santini. Sí: la hermana de Daniel...

Burlona como pocas, Ana se ocupaba de complicarme la vida cada vez que, por ejemplo, varones contra mujeres nos enfrentábamos jugando a la agarrada en los recreos de la Escuela Nº 6. Rival de cuidado (lo reconozco) la chica siempre daba con el pretexto adecuado para safar: “ya había tocado casa”, “no vale agarrar del guardapolvo”, “tarado”, etc. Fuera del colegio, Ana también se encargaba de tomarme el pelo con algunas de sus mejores amigas del momento, esto es, Carina Félix o Miriam Antinori.

En síntesis, gente: Ana me hacía las mil y una. Y yo no tenía modo de contestarle... además estaba eso de que era mujer, y a las mujeres no está bien que uno las ahogue un poco en el dique San Bernardo o las piletas municipales... Por eso mismo, lo mío era una vena en constante crecimiento. Y la joven Santini, conocedora de esto, no hacía más que abusar de las circunstancias...

Quizás por ello hoy, 22 de noviembre de 2006 y entre sonrisas dignas de otro tiempo, vuelven a mí los recuerdos de esa tarde de venganza clavada al almanaque de 1989. Se hace vívido el momento en el que le dije a Jesús eso de que “Cecilia me las va a pagar” y puse proa rumbo a la casa de los Santini, ubicada casi en la esquina frente al inolvidable “Irupé” de Néstor Gil.

Troté por la vereda, frente a la vivienda, y nada: me pareció que no había nadie. La camioneta roja de Santini no estaba. Doblé la esquina y, aprovechando lo cómodo de un baldío pegado a la casa de Ana, me mandé franqueando la vivienda de manera lateral. No. No había nadie... Pero entonces, ¿cómo iba a vengarme? No hay venganza menos efectiva que la que no tiene destinatario... Una vez más, no me quedaba otra que volver a mi casa con el orgullo por el suelo. Hasta que la vi... la ventana abierta... y al alcance de la mano, una montaña de tierra; repleta de cascotes demasiado pesados y macizos como para no ser lanzados contra algo.

Como tonteando, tiré uno. Nada. ¿Dónde habría pegado? Del otro lado ni un ruidito... “No hay nadie, nomás”, pensé. Y como quien no quiere la cosa, tiré otra tosquita. Otra vez, cero respuesta... Aprovechemos, medité en voz alta y ahí nomás usé toda la artillería: básicamente tiré casi media pila de tierra, aprovechando el vidrio abierto, dentro de la casa de los Santini.

Satisfecho, y muriéndome de las carcajadas por la que me había mandado, volví a lo de Jesús. “Cuando se encuentre con todo eso”, me felicité mil veces. Me había vengado. Y ya me imaginaba la cara de Ana dando con todos esos kilos de cascotes en el interior de su casa...

Lo cierto es que, mucho tiempo después, me enteré que mí jugarreta había sido peor de lo que yo la había pensado. Y que la tierra no había caído en cualquier parte sino en una de las habitaciones... y que los cascotes habían manchado camas, paredes, etc. Que había costado mucho sacar los rastros del barro. Y que menos mal que no me crucé con Don Santini por aquellos días. ¡Menos mal!

Ya de grandes, y dueños de una gran amistad, con Ana hemos rememorado esta anécdota más de una vez. Siempre entre risas, claro está. Y siempre dando cuenta de esos momentos... Evocaciones sin límites de tiempo en las que un par de chicos todavía hoy juegan a la agarrada mientras planean como pelar una planta de guindas. Y los adultos, sin más preocupaciones que pasear por la avenida cada domingo (con el Negro Contreras apoyado, de brazos cruzados sobre el pecho, en el pequeño paredón al frente de su casa, Eduardo Schena cortando el pasto, o Don Crocioni sentado en su reposera) dejan a propósito las ventanas abiertas cada vez que salen de sus casas...

Para olvidar el olvido...

El río, antes de llegar al dique (Enviada por Carolina Scarfi)




Una imagen increíble...

Entre las rocas (Enviada por Marta Eleisegui)



Aquí, me encantaría que alguien me ayude: no tengo el nombre de la primera persona que aparece a la izquierda de la imagen, ni el año en el que fue tomada la foto. De izquierda a derecha: la señora que no puedo identificar, Beatriz Reinoso, Teresa Esquivel y Lila Lezano. Abajo: Marta Eleisegui.

17 noviembre 2006

El Biyi... (Por Marta Eleisegui)

Hola, este comentario es con respecto al Primer mandamiento según Ezequiel Valles, "no olvidar al cerro del amor". En eso coincido totalmente y quiero compartir mis recuerdos.
Tuve la dicha de iniciar las caminatas nocturnas guiadas al cerro, acompañando a los turistas que se sumaban en forma entusiasta. Solíamos ser un grupo de hasta 40 personas que en las noches de verano ascendíamos para disfrutar de las estrellas, la Luna y de toda la vista nocturna de nuestro pueblo. Allí compartíamos información, leyendas, historias autóctonas o simplemente cada uno disfrutaba de esos momentos como tenía ganas.

A veces con solo tendernos de cara al cielo podíamos "escuchar" el silencio de la naturaleza, contemplábamos el firmamento y los satélites cuyos horarios y direcciones conocíamos gracias a estos momentos de observación y Paz. ¿Seguirán realizándose estas excursiones?, creo que otro Guía Local las continuaba haciendo pero no sé sihasta la actualidad. A los visitantes les encantaba, encontraban originalidad y placer en estos recorridos. No quiero dejar de comentarles también de los ascensos en familia y con la tierna compañía de mi Amigo más incondicional, BIYI, el Perro que nunca podrá ser reemplazado en mi Corazón y que nos acompañó durante 14 años. Hoy descansa en Paz, seguro que sí!, aquí en la ciudad de Carhué.

Él era quién acompañaba a todos los grupos que llegaban a Sierra, en especial a los que se alojaban en YMCAPOLIS, esa era su misión en este Mundo, regalar su tranquila compañía a quién llegaba sin esperar nada a cambio.

Y un día llegó a nuestra casa y allí se quedó, por 14 años hasta que Dios lollamó. Vaya mi emocionado recuerdo a ese Ser que nosdio tanto. Alguno de ustedes lo recuerda?.
El Cerro del Amor!!!, como dice Ezequiel, PROHIBIDO OLVIDAR!!!
Cariños para todos.


Marta Eleisegui.

Carhué.



El Biyi...

En Vito (Enviada, desde Puerto Rico, por Darío Lemos)




Año 1994. De izquierda a derecha: Shane Petrollese, Juan Manuel Lemos, Patricio Eleisegui, Walter Irigoyen y Ricardo Tartuferri. Acostado sobre todos: "Tapa" Masetti. A la derecha de la imagen, Marily Tesán. Quien tomó la foto: Darío Lemos.

En las alturas (Enviada, desde Puerto Rico, por Darío Lemos)

Año 1993 (Aproximadamente) Gastón Waiman (Tonga) Darío Lemos y Gerardo Rohlman (Tiyo) en el hueco del Cerro Ventana.

09 noviembre 2006

La banda del Dodge...



Año 1994/95 (Espero no equivocarme) Al volante: Darío Lemos. Copiloto: Pablo Martín. Sentados atrás: Gerardo Rohlman, Gastón Waiman y Walter Irigoyen.

07 noviembre 2006

Primer mandamiento: Nunca olvidar el cerro del amor… (Por Ezequiel Valles)

Recuerdo, desde que tengo uso de razón, tener una unión especial con aquel cerro nombrado en el título, que mientras escribo estas líneas me hace notar que debe ser el corazón del pueblo de Sierra de la Ventana…

Lo digo porque mi idea era hablar un poquito sobre él, y terminé dándome cuenta que es el epicentro de muchas de mis historias de vida principales…

Paso a contar por qué...

Recuerdo que de niño, jugaba a escalar aquel cerro en el menor tiempo posible…
Nos juntábamos con amigos y “encarábamos” corriendo hacia el cerro, que para nosotros la parte empinada en aquellos tiempos era como escalar el Everest.

Otra anécdota que tengo es cuando escalé con unos familiares que en su momento eran los tíos de afuera (Pigüé) y debajo de una piedra, en lo alto del cerrito, encontramos una víbora enroscada y salimos todos despavoridos del lugar…ahí sí que subimos rápido el cerro.

La historia, no muy detallada, me va llevando a mis principios de competidor de Mountain Bike, que se realizaban en ese cerro. Había que subir a él, bajar, hacer un recorrido por el camino que va a la Olla y terminar el circuito ascendiendo nuevamente al cerrito, era espectacular representar a nuestro pueblo en esas carreras; aparte la calidez de las personas gritando ¡Vamos Negrito! ¡Vamos! Me hacia reír mientras corría (siempre tuve un humor medio bizarro)

Y para ir finalizando me remonto a los días de noviazgos perfectos, donde uno llevaba a su amor arriba del cerro de noche para tener la inmensidad del planeta entregado a vos y a tu alma gemela, disfrutando del reflejo de las estrellas cayendo sobre Sierra de la Ventana… haciendo que las luces de nuestro pueblo en la oscuridad parezcan estrellas en la tierra… Qué perfecto es todo visto desde allá arriba…el silencio te regala el vacío de la eternidad, y los brillos y la tranquilidad se apoderan de tu ser llevándote al encuentro en que vos y el universo son uno solo.



Ezequiel Valles.

03 noviembre 2006

En la Escuela Nº 6 Juan Bautista Alberdi (Enviada por Emiliano Fernández)



Año 1985. Una aporte increíble, gentileza de Osvaldo Fernández. Arriba, de izquierda a derecha: Emiliano Fernández, Mariela Giorgetti, Verónica Gómez, Lorena Schena, Gastón Waiman (Tonga) Francisco Del Pino (Bobby) Mauro Blanc y Ariel Scarfi. A su lado, la maestra de entonces: Miriam de la Torre.
Abajo: Jesús Montero, Romina Carrizo, un chico del que no tenemos el nombre, Betty Esquivel, Patricio Eleisegui, María de la Paz Quintana y Miguel Bauer.

02 noviembre 2006

Sierra... hace algunos años...



Esta foto, hasta hace unos meses, circulaba por la Web. Hoy ya no se encuentra. ¿El motivo? Sencillo: Sierra ya es diferente. De seguro el pueblo es más grande... tal vez más extraño...

Pedido

Hola, todas las mañanas entro al Blog esperando encontrar nuevos textos y fotografías de Sierra de la Ventana, y Oh! sorpresa, descubro que están un poco fiacas para escribir. Me pregunto: y los que residen actualmente allí, no tienen nada para aportar?, es una pena con lo interesante que es contar con un sitio como este para para poder recordar, compartír y expresar los sentimientos que todos tenemos hacia ese lugar tan querido. Por eso los invito a desperezarse y a aportar su granito de arena a todos aquellos que aman y conocen a Sierra de la Ventana.
Con cariño.

Marta Eleisegui.
Carhué

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